Un arma contra los inversionistas
La zelfbewoningsplicht es una obligación legal impuesta por un municipio que exige al comprador de una propiedad ocuparla como su residencia principal. Es, en esencia, una prohibición de comprar para alquilar. Esta herramienta ha ganado una considerable popularidad en las principales ciudades de los Países Bajos como Ámsterdam, Rotterdam y Utrecht como una medida para combatir la crisis de vivienda. El objetivo declarado es frenar la influencia de inversionistas privados que compran propiedades, a menudo venciendo a compradores primerizos, solo para alquilarlas a precios altos. Al hacer cumplir la zelfbewoningsplicht, los municipios buscan garantizar que el stock de vivienda disponible se utilice para que los propietarios residan en ella en lugar de generar ingresos por alquiler, teóricamente enfriando el mercado y dando a los compradores habituales una mejor oportunidad. Esta obligación se aplica típicamente a viviendas recién construidas o a propiedades existentes hasta un cierto valor (el WOZ-waarde). La duración de la obligación varía, pero suele ser por un periodo de varios años después de la compra. Para los inquilinos, los efectos de esta política son complejos y no del todo positivos. Aunque puede disminuir la inflación de los precios de la vivienda a largo plazo, su efecto inmediato es una reducción significativa de la oferta disponible de viviendas privadas en alquiler en las áreas donde se aplica. Apunta directamente y reduce el propio mercado del que dependen muchos posibles inquilinos.
Consecuencias no intencionadas para los inquilinos
Aunque la política está diseñada para ayudar a los compradores, crea un entorno hostil para los inquilinos. La zelfbewoningsplicht reduce fundamentalmente la cantidad de opciones de alquiler legítimas y a largo plazo en el sector privado. A medida que más propiedades quedan destinadas a la ocupación por el propietario, las existencias de alquiler restantes se vuelven aún más escasas, lo que paradójicamente puede hacer subir los precios de alquiler de las pocas unidades que quedan disponibles. Además, puede empujar el mercado de alquiler hacia una zona gris. Los propietarios que buscan evadir la norma podrían ofrecer arrendamientos temporales bajo excepciones (p. ej., alquilarse mientras están temporalmente en el extranjero), lo que conduce a situaciones de vivienda más precarias y a corto plazo para los inquilinos. La aplicación de la zelfbewoningsplicht también es una cuestión crítica. Los municipios se basan en datos de registro e informes de vecinos para identificar infractores, pero un inversionista determinado podría encontrar lagunas legales. Esto crea una situación inestable en la que un inquilino podría alquilar una propiedad sin saber que está violando la norma. Si el arrendador es detectado, la municipalidad puede imponer una sustancial multa (bestuurlijke boete), y el inquilino podría enfrentar un desalojo, convirtiéndose en la víctima de una disputa legal entre su casero y la ciudad. En lugar de crear un mercado de vivienda estable, la zelfbewoningsplicht puede contribuir a un panorama de alquiler más fragmentado e incierto, castigando a quienes no pueden permitirse comprar simplemente al eliminar las viviendas que habrían alquilado.