Una conexión fundamental
La provisión de un suministro fiable de agua potable limpia es una de las obligaciones más básicas de un arrendador. El arrendador debe garantizar que la propiedad de alquiler esté debidamente conectada al suministro principal de la empresa de servicios de agua regional y que la fontanería interna que lleva este agua a los grifos, al inodoro y a la ducha sea funcional y esté libre de defectos importantes. Esta responsabilidad es absoluta y es un requisito previo para que una vivienda se considere habitable. El costo de mantener y, cuando sea necesario, reemplazar las tuberías de agua dentro de la propiedad es completamente responsabilidad del arrendador como parte del mantenimiento mayor.
El inquilino, a su vez, es responsable de pagar su propio consumo de agua. En la mayoría de los apartamentos modernos, habrá un contador de agua individual (watermeter). Al mudarse, el inquilino debe registrarse con la empresa local de agua (por ejemplo, Waternet en Ámsterdam) para poner la cuenta a su nombre. El inquilino paga una tarifa periódica a la empresa de agua basada en su consumo medido, más un impuesto separado para el mantenimiento del sistema de agua (waterschapsbelasting).
Problemas ocultos: contadores compartidos y tuberías de plomo
Aunque el principio es sencillo, pueden surgir dos problemas significativos para los inquilinos. El primero es el problema de los contadores compartidos. En algunos edificios antiguos convertidos, los apartamentos individuales pueden no tener sus propios contadores de agua. En estos casos, el arrendador recibe una factura única para todo el edificio y reparte el costo entre los inquilinos como parte de los gastos de servicio (servicekosten). Este sistema es intrínsecamente injusto y poco transparente, ya que un inquilino frugal puede terminar subvencionando el uso de agua de sus vecinos. El arrendador está obligado a proporcionar un estado anual claro que muestre la factura total y el método de cálculo (verdeelsleutel), pero el proceso sigue siendo opaco.
Un problema más serio y sutil es la presencia de tuberías de plomo (loden leidingen) en edificios construidos antes de 1960. El agua potable que fluye a través de estas tuberías puede contener niveles nocivos de plomo. El descubrimiento de tuberías de plomo constituye un defecto grave en la propiedad, y el arrendador está legalmente obligado a reemplazarlas a su propio costo. Sin embargo, los arrendadores a menudo se resisten a emprender este costoso trabajo. Los inquilinos pueden necesitar someterse a pruebas de agua de forma proactiva y presentar las pruebas para obligar al arrendador a actuar, a menudo con presión legal o la participación de la Rent Tribunal (Huurcommissie) para resolver un riesgo grave para la salud.